martes, 16 de diciembre de 2008

Los primeros días

Nos fuimos a dormir todos contentos. Y a despertar a la mañana para ver qué hacíamos. Antes que nada, volver a intentar localizar a la persona que nos alquilaba su apartamento.

Y lo logramos. Así que fuimos a la estación en busca de nuestro inmenso equipaje y a buscar nuestro nuevo alojamiento, aunque temporal.

Nos abrió una señora medio despeinada , que más bien se le pararon los pelos cuando nos vio llegar con TODO. Estaba realmente asustada. Ella tenía que dejarnos el lugar porque se iba de vacaciones. Y se fue, pero no de vacaciones.

Ah, lo que fue instalarnos. Parecíamos realmente unos pueblerinos. Y con tres chicos! Las valijas en medio del pasillo... y buscar algún lugar donde comprar algo para comer. Lo encontramos y... primer susto: los precios. Ya mi marido decía que así no podríamos vivir, porque la plata no iba a alcanzar. Volvimos a la casa, a cocinar. Ahumamos la cocina... nos apilamos en la mini-mesa para comer todos... y aquél calor espantoso que hacía... y cuidado con el gato, al que había que alimentar pero no darle leche porque le hacía mal al estómago... Y la lavadora de ropa ... que no sabíamos cómo usarla... Aquello fue divertidamente caótico.

Y para completar, andábamos con los horarios cambiados: dormíamos cuando todo el mundo andaba despierto, y nos despertábamos cuando todo el mundo se iba a dormir... El desconcierto era total. Entre el calor y el sueño , los humarascales en la cocina, las valijas sin desarmar.... apareció la hija de la dueña, que se quedaría a dormir en la sala.

La llamábamos "el oso" porque lo único que hacía era dormir... y como lo hacía en el sofá... había un lugar, el más grande de la casa, al que no teníamos acceso.

El apartamento quedaba en las afueras de Montpellier.Era un barrio tranquilo... muy tranquilo... Alli no había más que un pequeño abastecedor, carísimo... y unas calles llenas de sol y nada más... Caminábamos como locos en busca de algo de animación, la que habíamos visto en el centro... pero sin resultados.

Entonces empezaron las idas al centro de la ciudad, que era como salir de fiesta.Pero, otro susto: los precios de los autobuses... Había que andar contando las monedas... y la plata corría.

Ah, la primera ida al centro, a caminar por las calles y callecitas... qué maravilla!Calles peatonales
angostísimas que terminaban a veces sen escalones... Parecía un cuento de hadas.A pesar del sol que nos horneaba, recorrimos de arriba a abajo la ciudad antigua, nos fuimos otra vez a la Comèdie, encontramos una fuente de agua que fue nuestra salvación. Ese se convirtió en EL SITIO para "estacionarnos".Nos mojábamos las manos y la cara, nos salpicábamos... parecíamos locos.

Y retomábamos fuerzas para seguir conociendo.

La ayuda y consejos de un profesor nos alivió la inmensa tarea de buscar un apartamento en el centro, abrir cuenta en el banco, buscar escuelas para los chicos, conseguir muebles usados... fue una GRAN AYUDA!!!

Pero antes de mudarnos al nuevo lugar que más adelante contaré, la señora que nos alquiló el apartamento nos prestó un día su auto y pudimos no sólo ir a un supermercado de veras, mucho más barato, sino hacer algún paseíto... con algunas complicaciones.

Todavía siento la emoción y revivo ese tiempo de acomodarnos al nuevo pais, que fue amor a primera vista y para siempre.

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