martes, 29 de julio de 2008

Lo cotidiano en el Caribe

Mi tiempo en el Caribe está , aparte de lejano, algo borroso. Pero recuerdo algunas cosas específicas:

Por ejemplo, desde luego, el calor, que por la noche bajaba un poquito y hasta podía uno ponerse una sábana encima.

Otra, la radio universitaria, que era una de las tres o cuatro que entraban en esa región. Pero esa radio fue una maravilla. La encendía desde temprano, así qsue no me perdía reportajes ni conciertos. Lo mejor es que mi hijo creció escuchando esa música y a los dos años ya podía tararear música de Behetoven o de Vivaldi. Era algo sorprendente.

Las lluvias torrenciales: frente a casa la calle se convertía en río, y traía troncos, ramas, cocos y hasta ratas.... horrooooor! Es más, finalmente fueron dos inundaciones las que nos sacaron de la casa y luego de la vida caribeña. Pero no llego ahí todavía.

La casa pertenecía a una "tira" de casas construida una a la par de la otra. Eran casas baratas. Los cuartos no tenían puertas. Sólo tenía la puerta del frente, la del patio y la del baño. Y todas las casas tenían una abertura en el cielorraso... no sé cómo explicarlo, pero el caso es que podíamos escuchar lo que pasaba en la casa del vecino... con bastante claridad. Menos mal que la pared que daba con la casa del vecino era la de la cocina...

A mi patio llegaban los cangrejos...bueno, en realidad, los cangrejos tenía sus cuevas en mi patio. Nosotros éramos los invasores. Si uno se descuidaba, los cangrejos se metían a la cocina.

Los vecinos de atrás tenían una bebita que gritaba con todos sus pulmones, e igualmente los que estaban a nuestra derecha...

Habían algunas chiquillas que les daba por venir a casa a ver a mi hijo y a veces me ayudaban .... otras, me robaban.

Las ayudaba con sus tareas escolares y hasta les daba clases.

Cuando abría las cortinas del frente y me sentaba a ver tele (cuando al fin adquirimos uno, aunque con señal bastante mala) la gente se paraba frente a casa como quien ve una obra de teatro. Al fin tenía que cerrar las cortinas (el telón) aunque me muriera de calor.

A veces íbamos a la playa en una escapada al mediodía, y a veces lográbamos que una vecina cuidara a nuestro hijo para irnos a cenar a un restaurante chino, que era el mejor de la ciudad.

Esas son las cosas que más recuerdo de la vida cotidiana de allá. Claro que viene otra historia luego, pero quiero que quede enmarcada en estos detalles que conté hoy.

Una aclaraqción

He pensado muchas veces en tantas cosas que me hacían sentir mal en relación con mi pareja, con su familia, con mi vida... Y también he abierto mi mente y comprendido que las cosas por algo sucedieron así, y es porque yo dejé que fueran así.

Por qué? Por miedo , posiblemente. Y miedo a qué... ? A no saber qué hacer... estaba paralizada por miedo a tener que arreglármelas sola... a tener que ponerme a trabajar, a dejar a mi hijo con alguien, a volver a una Argentina convulsionada y peligrosa, a no tener para dónde agarrar, pese a sentirme aplastada en este país.

Es difícil reconocerlo, pero todos estamos donde estamos por lo que hemos hecho antes, por las decisiones tomadas en el pasado, y no podemos culpar a nadie por nuestras decepciones. S i fuimos demasiado ingenuos, si esperamos más de lo que nos podían dar... es nuestra responsabilidad y hay que aprender de eso,para no volver a equivocarse.

Así es que todo lo que cuente hay que verlo desde dos perspectivas: cómo me sentía entonces y lo que pienso ahora.

domingo, 27 de julio de 2008

LAS FAMOSAS VISITAS

Ah...! Cada quince días la receta era ir a la casa de mis suegros. En realidad, de él no puedo decir nada. Discreto... agobiado, digo yo, por su esposa, que no lo dejaba ni respirar.
Lo llamaba para todo: andá a comprar verduras, pero fijate que los tomates no sean ni muy maduros ni muy verdes, que las papas tengan todas el mismo tamaño, que los bananos no estén manchados, que los aguacates no estén muy duros... todas las instrucciones antes de salir. "Por favor, guardá ésto en la heladera, porque si la abro yo puedo resfriarme" Y le ponía una gorra y una bufanda, no fuera a ser que él también se resfriara...

La visita era una verdadera tortura. Nos acomodábamos en el cuarto de soltero de mi marido. Eso era lo de menos. Lo peor es que ella hablaba incesantemente mientras el televisor daba las noticias... o sea, en realidad, el televisor estaba siempre encendido. Mi marido se tiraba en el sillón y decía " ajá" a todo lo que ella hablaba, pero en realidad no la escuchaba, más bien, se quedaba dormido. O tal vez se iba a ver a algún amigo y me dejaba a mí haciendo la visita. No sabía dónde meterme.

A la hora de comer, ella nunca se sentaba a la mesa. El procedimiento era el siguiente: primero le servía un GRAN PLATO a su marido. Luego, a su hijo, otro parecido. Otro más pequeño para mí, y ella comía luego sola. Cuando llegaba su otro hijo, entonces servía primero a SUS HOMBRES, y luego a sus esposas...

Sus mayores entretenimientos eran : ver pasar los entierros frente a su casa, rumbo al cementerio que quedaba a las dos cuadras y ver quiénes iban en el cortejo.La gente iba a pie , así que de pronto reconocía a alguien..."Mirá, ahí va Fulanita... qué gorda está la pobre..." Y empezaba a contar todas sus historias.
Otro era hablar de las empleadas que tenía o había tenido, y de sus vidas, y de si limpiaban o no bien el piso, y si dejaban la cocina impecable ...
Y no recuerdo qué otra cosa la apasionara tanto como hablar ... de la gente.

Llegaba el domingo y ya empezaba a respirar más tranquila , pensando que volvía a casa. Casi siempre aparecía alguno de sus hermanos de visita, cerca de mediodía, así que el almuerzo se atrasaba...y yo deseando irme! Teníamos como cinco horas de camino , y gran parte de él era de montaña, de ripio la parte montañosa y si no llovía a cántaros, entonces había una espesa niebla. Así que siempre deseaba irme temprano para pasar la peor parte cuanto antes.

Finalmente nos subíamos al auto en medio del aguacero ... En esos tiempos los autos no venían equipados con cinturones de seguridad, ni le hacían recomendaciones especiales de cómo viajar con bebitos. Así que arrancábamos... adiós,adiós, hasta dentro de quince días (obligatorio) ... y yo iba que me llevaban los diablos. Casi siempre íbamos discutiendo en el auto...

Y eso fue rutina durante todo el tiempo que vivimos en el Caribe... como dos años y medio...