domingo, 3 de agosto de 2008

Aceptando la situación

Y el tiempo corría entre el calor, las lluvias, las escapadas a la playa, las visitas a los suegros, que felizmente no iban a casa casi nunca, ya que no les gustaba ni el calor ni las lluvias...



Mi relación de pareja estaba marcada por una dependencia total. El decidía si íbamos a la capital, a la playa, lo que se compraba en el supermercado, él manejaba la plata ... yo casi ni conocía la moneda de aquí porque el resolvía todo. Y yo simplemente miraba y dejaba pasar. Posiblemente era el sentirme atrapada, la desesperanza de poder salir de allí, el panorama argentino que no alentaba a volver... y simplemente me conformé , no me atreví a salir corriendo con mi hijo en brazos.

Además, estaba la presión familiar. Toda esa tradición de que en la familia el divorcio era una cosa impensable. Que el matrimonio era para siempre (en ese entonces en Argentina no existía el divorcio) y que los niños necesitaban un padre... Así que el sólo pensar en separarme me creaba sentimientos de culpa. Sobre todo : "él es un buen padre... cómo harías para mantenerte " etc.etc. Y en ese entonces no sabía nada sobre leyes de separación , ni sobre pensiones alimenticias, y creía que si me separaba, simplemente me moriría de hambre.

Y la vida siguió así. Pasó el tiempo y ya me había resignado a la situación. Y como no había salida,había que simular que todo andaba bien. Mi hijo seguía creciendo y hasta llegamos a pensar en tener otro más.

Pero eso lo dejo para otro día.

1 comentario:

Maria Rapela dijo...

pues eso esta duro reconocerlo...