miércoles, 5 de noviembre de 2008

La tía

Creo que es inevitable que en todas las familias haya una tía... que quisiéramos evitar...

Pues ésta era una tía de mi marido. Su única hija estaba en Estados Unidos y aparentemente no quería estar en contacto con su madre, cuya situación económica y de salud no era de lo mejor.

Yo no la conocía mucho, pero cuando entramos en pánico con el internamiento de mi hijo, mi marido sugirió que podríamos traer a la famosa tía a casa, a que ayudara en mi ausencia. Amí me daba cierto dolor esta señora, que la veía tan abandonada, y accedí .

Así que mientras yo estaba en el hospital, ella cuidaba a las chicas. De todas maneras, había una señora que venía a limpiar y cocinar, así que su única misión era quedarse con ellas cuando la señora se iba.

Claro, las cosas se complicaron porque esta tía de pronto se sintió dueña de casa y abuela... así que mis hijas le huían a su sistema tradicional y estaban muy molestas porque no las dejaba salir a jugar con los vecinos... y no las dejaba atender el teléfono... y unas cuantas cosas más.

Además, ella ocupó el cuarto de las chicas, por lo que tuve que mudarlas a otro... Todo era un lío.

De todas maneras, yo estaba agradecida con ella, porque no sé qué hubiera hecho sin ella, no sé a quién le hubiera pedido ayuda.

Cuando toda la situación de mi hijo empezó a volver a la normalidad y ya me sentí más tranquila, decidí aprovechar el boleto que tenía para Argentina y pegarme la escapada. Y... como la tía estaba en casa, podía ir más tranquila.

Volví de Argentina. Ella seguía ahi. Y seguí ahí un mes después... y otro más.

Las cosas empezaron aponerse incómodas. Ella se sintió ama de casa. Se metía en la cocina y me daba indicaciones sobre cómo cocinar, y me reclamaba que le ponía poco ajo al arroz, por ejemplo. Siempre sentía su presencia a mis espaldas, espiando lo que hacía. Nome dejaba atender el teléfono,y para eso se instalaba siempre en el sillón a la par de éste, para saber quién me llamaba. Hablaba con sus hermanas (suegra incluída) y me criticaba. Se confabulaba con la señora que venía a limpiar en mi contra, hasta que al fin tuve que despedirla. Se sentía con poder sobre mis hijos y luego hablaba con su sobrino, para ponerle las quejas y darle el informativo de lo que pasaba en casa...

Mientras no estuve, mis chicas no podían salir a la calle.Mi hijo sí, porque era varón.

En fin, era como tener a la enemiga en cas, y no se quería ir. Un día no aguanté más y le dije a mi marido que ella tenía que irse, que ya no la soportaba.Que me daba mucha lástima, porque no tenía adónde irse, pero que no podía seguir viviendo en casa.

Hubo que decirle que los chicos ya iban a empezar las clases, y que necesitaban su cuarto. Así que, a desgano, agarró sus cosas, (más unos cuantos juguetitos de los chicos que escondió en su valija, para sus nietos) y salió de casa, y de nuestras vidas.

Especialmente las chicas y yo recordamos esos tiempos como una pesadilla. Menos mal que logramos salir de ella y volver a nuestra vida familiar.

1 comentario:

Maria Rapela dijo...

casi no me acordaba...sino fuera por este recordatorio...