domingo, 27 de julio de 2008

LAS FAMOSAS VISITAS

Ah...! Cada quince días la receta era ir a la casa de mis suegros. En realidad, de él no puedo decir nada. Discreto... agobiado, digo yo, por su esposa, que no lo dejaba ni respirar.
Lo llamaba para todo: andá a comprar verduras, pero fijate que los tomates no sean ni muy maduros ni muy verdes, que las papas tengan todas el mismo tamaño, que los bananos no estén manchados, que los aguacates no estén muy duros... todas las instrucciones antes de salir. "Por favor, guardá ésto en la heladera, porque si la abro yo puedo resfriarme" Y le ponía una gorra y una bufanda, no fuera a ser que él también se resfriara...

La visita era una verdadera tortura. Nos acomodábamos en el cuarto de soltero de mi marido. Eso era lo de menos. Lo peor es que ella hablaba incesantemente mientras el televisor daba las noticias... o sea, en realidad, el televisor estaba siempre encendido. Mi marido se tiraba en el sillón y decía " ajá" a todo lo que ella hablaba, pero en realidad no la escuchaba, más bien, se quedaba dormido. O tal vez se iba a ver a algún amigo y me dejaba a mí haciendo la visita. No sabía dónde meterme.

A la hora de comer, ella nunca se sentaba a la mesa. El procedimiento era el siguiente: primero le servía un GRAN PLATO a su marido. Luego, a su hijo, otro parecido. Otro más pequeño para mí, y ella comía luego sola. Cuando llegaba su otro hijo, entonces servía primero a SUS HOMBRES, y luego a sus esposas...

Sus mayores entretenimientos eran : ver pasar los entierros frente a su casa, rumbo al cementerio que quedaba a las dos cuadras y ver quiénes iban en el cortejo.La gente iba a pie , así que de pronto reconocía a alguien..."Mirá, ahí va Fulanita... qué gorda está la pobre..." Y empezaba a contar todas sus historias.
Otro era hablar de las empleadas que tenía o había tenido, y de sus vidas, y de si limpiaban o no bien el piso, y si dejaban la cocina impecable ...
Y no recuerdo qué otra cosa la apasionara tanto como hablar ... de la gente.

Llegaba el domingo y ya empezaba a respirar más tranquila , pensando que volvía a casa. Casi siempre aparecía alguno de sus hermanos de visita, cerca de mediodía, así que el almuerzo se atrasaba...y yo deseando irme! Teníamos como cinco horas de camino , y gran parte de él era de montaña, de ripio la parte montañosa y si no llovía a cántaros, entonces había una espesa niebla. Así que siempre deseaba irme temprano para pasar la peor parte cuanto antes.

Finalmente nos subíamos al auto en medio del aguacero ... En esos tiempos los autos no venían equipados con cinturones de seguridad, ni le hacían recomendaciones especiales de cómo viajar con bebitos. Así que arrancábamos... adiós,adiós, hasta dentro de quince días (obligatorio) ... y yo iba que me llevaban los diablos. Casi siempre íbamos discutiendo en el auto...

Y eso fue rutina durante todo el tiempo que vivimos en el Caribe... como dos años y medio...

1 comentario:

Maria Rapela dijo...

la abuelita...sias tonto que suegrilla te echaste, y que es uqe no había forma de que esos benditos paseos no fueran cada quince días religiosamente...